Las relaciones amorosas son complicadas (o las hacemos complicadas) y una de las principales causas del sufrimiento es no saber reconocer a la otra persona como ser individual. Se llega a pensar que las parejas deben ser uno mismo y fundirse en una sola unidad.

La idea de complementariedad en el amor de pareja, hace que creamos que la vida se trata de  encontrar esa otra mitad, como si nosotros mismos no bastáramos para ser felices. Me la paso buscando a alguien que me dé eso que creo que no tengo yo y entonces nos volvemos uno.

Cuando tomamos en cuenta este principio, nuestras relaciones de pareja se vuelven un problema de fondo. Buscamos hacer un solo mundo y dejamos a un lado esta autonomía tan importante en nuestro desarrollo emocional. Los amigos, los pasatiempos, los proyectos profesionales, los sueños personales los pasamos a un segundo plano porque lo “realmente importante” es esta relación para mi futuro. Error.

Además romantizamos esa clase de amor. Muchas parejas jóvenes están al acecho del otro porque “necesitan” saber todo de él o ella. Exigen hacer todo juntos y no dejan espacio para un mundo donde ella o él mismo no esté. No conciben que tenga vida sin ellos y se envuelven en una cápsula a punto de reventar.

Cuando esas parejas se separan cada uno queda sin su otra mitad, incompletos y carentes de sentido de vida. Aquellos amigos que dejó ya no están, aquel proyecto que dejó a un lado está parado y se fueron oportunidades importantes por estar viendo qué hacía o que no hacía su pareja.

No hay nada más sano que una relación en donde cada quien tiene su tiempo.

Ya lo dijo Walter Riso: “Las parejas superpuestas en un ciento por ciento, además de disfuncionales, son planas y tediosas”. ¿Qué podemos esperar de un mundo donde solo seamos mi pareja y yo? ¿Qué le puedo contar a mi pareja si tengo cada vez menos tiempo para mí? ¿Qué será de mí sin mi pareja cuando todo mi mundo gira alrededor de él o ella?

En su libro Amar o depender, el autor sugiere que la autonomía ayuda a:

  • Ser eficaces y obtener más confianza en uno mismo.
  • Vencer el miedo a sufrir, puesto que enfrentan al mundo y luchan por la supervivencia.
  • Mejorar el manejo de la soledad.

Y es que muchas personas no son capaces de estar solas; necesitan de alguien para no sentirse abandonados, desamparados y olvidados. Es fácil: si tú pones toda tu estabilidad en otra persona, el control se va cuando éste se va.

Cabe mencionar que depende también del propio desarrollo emocional. En lo personal ha sido como una evolución y una deconstrucción de lo que pensaba que era el amor. Antes no podía imaginar que mi pareja pudiera divertirse sin mí. ¡¿Cómo iba a ser esto posible?! Yo quería que él me necesitara tanto como él a mí para ser feliz. Obviamente me di de topes en la cabeza y sufrí. Y esto solo lo pude ver con el tiempo, cuando sobre todo yo, me puse en contacto con todo eso que había hecho a un lado. Miré dentro de mí. Al sentir esa felicidad que no tenía nada que ver con él, pude reaccionar. Él también tenía derecho a tener su mundo sin mí.

El amor es más bonito cuando es libre. Contar con un espacio para tus pensamientos, pasatiempos, amistades y proyectos, y después poder compartir un mundo con esa persona especial.

Cuéntame, ¿tú también tienes tu propio mundo?